Un relato personal sobre la alienación parental

Escrito por Sven, Publicado 17 Abr.2022Deja un comentario
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Un relato personal de un miembro del grupo Telegram

Nuestra situación (la de los padres que sufrimos la alienación de nuestros hijos), es de una extraordinaria complejidad.

Si ya el mismo proceso de alienación parental es controvertido e incluso negado por diferentes colectivos y organizaciones, resulta evidente que una buena parte de la sociedad no lo percibe o reconoce.

Me refiero a que es tal el cúmulo de sutilezas que entran en juego (percepciones de unos y de otros), es tal el cúmulo de emociones, que muchas veces hasta un padre víctima de estas manipulaciones tiene dificultades para empatizar con otro padre en parecida situación.

Efectivamente, la manipulación suele esconderse en la intimidad de la convivencia, y sus armas son casi imperceptibles tanto para los hijos alienados como para su entorno.

Un simple y continuado soplo en la mente de un niño es suficiente para hacer zozobrar la vida del otro progenitor hasta, en casos extremos, destruirle. Una destrucción que alcanza el plano afectivo, el material y también el social.

La nula percepción por la sociedad antes apuntada de los procesos de alienación, convenientemente reforzada por el aparente apoyo de los hijos alienados, en la mayor parte de las ocasiones tiene como consecuencia inmediata un nuevo nivel de castigo al otro progenitor: el juicio y la condena moral.

Así tenemos que a las consecuencias generalmente dramáticas en el plano afectivo (incluso catastróficas), de sufrir el rechazo por los hijos, hay que sumarle un nuevo factor: el de la incomprensión del entorno social.

Amigos, conocidos y familiares, suelen ser muy poco proclives a empatizar con el progenitor víctima de la alienación. La complejidad y sutileza de los procesos de alienación los oculta totalmente a los ojos de terceros, y las consecuencias visibles (el rechazo), suele ser interpretado como un síntoma de que la víctima de la alienación es merecedora de tal castigo.

Manifestaciones como “algo habrá hecho para que sus propios hijos le rechacen”, son el colofón y la conquista definitiva del alienador.

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